Se considera parto prematuro aquel que ocurre antes de la semana 37 de gestación. Obviamente, cuanto más temprano se produce, mayor es la vulnerabilidad del recién nacido. En consecuencia, la atención obstétrica en estos casos no admite improvisaciones: requiere recursos técnicos avanzados, personal especializado y un sistema asistencial preparado para reaccionar con rapidez.
La identificación temprana de signos de amenaza de parto prematuro es, en sí misma, una responsabilidad clínica de primer orden. Dolor abdominal, cambios cervicales, contracciones frecuentes o rotura prematura de membranas deben ser valorados con precisión y urgencia. Retrasar pruebas diagnósticas, minimizar síntomas o no indicar hospitalización cuando es necesario son omisiones que, en este contexto, pueden constituir una mala praxis.
La adecuada gestión de un parto prematuro implica varios niveles de actuación. Desde el control prenatal hasta la atención neonatal, todo el proceso debe ser vigilado con rigor. Un error en cualquiera de estas etapas puede tener consecuencias irreversibles.
El parto prematuro, por sí mismo, conlleva riesgos que no siempre pueden evitarse. Sin embargo, no toda complicación es inevitable. La frontera entre lo clínicamente asumible y lo jurídicamente reprochable está en la calidad de la atención recibida. Si el equipo médico actuó de acuerdo con la lex artis, respetando los protocolos y empleando los recursos disponibles, no se puede hablar de negligencia. Pero si se omitieron medidas preventivas, se actuó con retraso o se careció de la debida vigilancia, entonces sí puede considerarse mala praxis.
La distinción no siempre es sencilla. De ahí la relevancia de contar con peritajes médicos que analicen cada caso y con abogados en negligencias médicas que sepan valorar si la atención prestada cumplió con los estándares exigibles.
Cuando existe la sospecha de una negligencia en la gestión de un parto prematuro, la evaluación legal cobra un papel fundamental. Determinar si hubo un error, si ese error fue determinante en el daño y qué responsabilidades se derivan de él requiere una revisión detallada de la historia clínica, los protocolos aplicados y las decisiones médicas tomadas.